28/10/12

SEMINCI Recap Parte 1: De jóvenes y viejos (o de cómo nos enfrentamos a la verdad)


Quizá habría sido inteligente por mi parte ver menos y escribir más, pero no me arrepiento del autoimpuesto ritmo espartano de visionado de pelis, proyecciones a las nueve de la mañana, coloquios y tiempos muertos incluidos. Sólo así he sido capaz de percibir los invisibles hilos conductores entre varias de las películas a concurso, hilos que también tejen las conversaciones y los hechos de mi propia vida (de la de todos nosotros). El único requisito era estar allí, presenciar la desenvoltura de esas fibras esenciales en cada sesión e identificarlas, sentirlas y amarlas o rechazarlas violentamente.

Asumir el desafío ha implicado sufrir severas alteraciones de ánimo unas cuatro o cinco veces al día, toparse con cinéfilos encantadores para intercambiar opiniones y escuchar las de clases enteras de adolescentes arrastrados al cine por sus abnegados profes. También ha servido para aprender que las sesiones matinales resultan increíbles para apreciar cualquier película, como si al empezar la jornada fuéramos tablas rasas aún por cincelar. Así que, sí, me he permitido disfrutar del festival al máximo y ahora, con el corazón algo menos revolucionado, paso a haceros un pequeño recuento de mis impresiones generales en tres cómodos plazos.

La primera de las grandes tramas aglutinadoras de la Seminci ha sido la aceptación de dos de las cosas más chungas de la vida: la madurez y la muerte. Está bastante claro que nuestra sociedad capitalista neoliberal tiene graves problemas para encarar estos estadios naturales de la existencia humana y varias de las películas proyectadas a lo largo de esta semana lo ejemplifican con historias que van de lo desolador a lo... erm, un pelín menos desolador.

Es curioso como de las pretendidamente duras (como las extraordinarias La Lapidation de Saint Étienne o Arrugas), salía una sobrecogida pero extrañamente reconfortada, y de las que se vendían como el caramelo indie del festival (estoy hablando, por supuesto, de Liberal Arts, de Josh Radnor), absolutamente hundida y cabizbaja. Me explicaré.   

La Lapidation de Saint Étienne es una producción franco-catalana (detrás de la cual se encuentra el excepcional Lluís Miñarro, productor y director decididamente único en España) que cuenta la historia de Étienne, un anciano que escoge dar la espalda a la vida y encerrarse en su casa junto a los recuerdos de sus seres queridos muertos. Radiografías, muestras orgánicas, vestidos antiguos, pilas de libros, archivos y muebles polvorientos rodean la existencia de este fantasma viviente, cuyas inevitables necesidades biológicas conforman la única y obligada conexión con el mundo real: salir a hacer la compra para comer y cambiar la bolsita hermética que recoge sus deposiciones directamente desde el intestino.

Lo sé: "precioso, oiga". Pero superado el pavor hacia lo escatológico y lo viejuno, el mensaje que se nos revela es esclarecedor: frente a la hipocresía de los vecinos y la familia, que le recomienda irse a vivir (a morir, se entiende) confortablemente en una residencia, Étienne abraza el dolor, lo cuida y lo alimenta. La Lapidation no conseguiría expresar la magnitud del tormento sin su estremecedora banda sonora, que remite tanto a la música de iglesia como al The Caretaker más espectral.

La Lapidation de Saint Étienne

Cambiando totalmente de tercio, Liberal Arts se presenta como la típica "peli alternativa gringa" (la definición no es mía), con el prota de Como Conocí a Vuestra Madre como director, guionista y actor principal y una canción de Hey Willpower! en los créditos musicales, para que os hagáis una idea. Se trata de una historia entretenida y en principio inofensiva que, por debajo de su suave apariencia, lleva telita para cortar. Orientador universitario treintañero con ligero síndrome de Peter Pan se enamora de estudiante de arte dramático adolescente "avanzada" para su edad mientras uno de los profesores de la facultad, amigo de ambos, experimenta una jubilación traumática. Muchas risas, diálogos brillantes y personajes espléndidamente construidos (inolvidables las actuaciones de Elizabeth Olsen -de los Mary-Kate y Ashley Olsen de toda la vida- como Zibby y Zac Efron -de los High School Musical de toda la vida- como Nat, el sabio neo-hippie) para que, al final, Jesse/Ted Mosby/Josh Radnor se equivoque de medio a medio.

[Atención, spoiler] Jesse decide olvidarse de amoríos inapropiados y emprende un camino hacia la madurez que le lleva a distanciarse de Zibby para establecer una relación tranquila y correcta con la bibliotecaria de su barrio. ¿Eso es crecer? Que me aspen. 

"Vivir es ir doblando las banderas", escribió Luis García Montero. Claudicar, rendirse, o como queráis llamarlo. Pero hay otra lectura. Además de aceptar las reglas del juego, crecer es entender la verdad de cada uno, ya sea lastimosa -como en Abel, el experimento visual del mexicano Diego Luna-, sorprendente -como en Electrick Children (admirables la franqueza y la ternura que desprenden las interpretaciones de Julia Garner y Rory Culkin)- o luminosa, como la que Zibby le presta a Jesse. Y entonces cambiarla o no, según convenga.

 Cartel de Electrick Children

Por supuesto, la realidad se va complicando a medida que crecemos. Que se lo digan a los 35 niños protagonistas del deliciosísimo documental I Am Eleven, de la joven directora australiana Geneviève Bailey. Según confiesa en una charla posterior al pase de la película, se le ocurrió la idea de hacer algo optimista y alegre en un momento de depresión y, tomando como referencia la época más feliz y despreocupada de su vida, concluyó que filmaría a niños de once años en diferentes rincones de todo el mundo para que expresaran su visión de las cosas. El resultado es una experiencia refrescante y muy, muy necesaria en estos tiempos de desdén absoluto hacia la candidez (y hacia la infancia en general).

Al final de I Am Eleven, Bailey vuelve a visitar a algunos de los protagonistas para ver cómo les va en plena edad del pavo y la audiencia pudo comprobar que "parecían más desorientados y confundidos", según comentó después la directora. Casi tristes, yo añadiría. 

Si el universo adulto sucks, es porque la mayoría de los que formamos parte de él no somos honestos con nosotros mismos. Tenemos miedo, y trasladarlo a las generaciones venideras no sólo es contraproducente (véase Els Nens Salvatges) sino ridículo. El danés Bo Mikkelsen se llevó la Mención Especial del Jurado por demostrarlo con su corto de suspense Taboo. El truco está en ser un poco friki de la sinceridad: la verdad sobre nosotros mismos normalmente grita tan fuerte que es suficiente con no mirar para otro lado.     
    

21/10/12

Fondo y forma


Me llevé puesta mi habitual melancolía alegre a la tarde inaugural de la Seminci. Una línea de flotación muy adecuada para tiempos de mierda, llevo pensando unos días, y con este ánimo de sombría y sólida esperanza acudo al teatro Calderón de Valladolid, donde ya desde la Bajada de la Libertad se escuchan cánticos y abucheos que preludian la entrada en escena del ministro Wert.

Patricia López 'De Gala'

Una chica me tiende una pancarta hecha a mano que dice 'Servicios públicos universales' y 'Persecución del fraude fiscal' al reverso. Acepto la oferta y me da las gracias, seria y enérgica, después de ser rechazada por varios ciudadanos que no desean problemas con la autoridad uniformada que nos vigila desde el amplio cordón policial. Sonrío a todos los polis que se cruzan con mi mirada menos a un tipo inquietante, vestido como en una versión barata de Matrix que echa bastante p'atrás. Supongo que ésa es la intención.

De camino a los cines Manhattan para ver Cuento de Hadas para Dormir Cocodrilos, me topo con una ciudad transformada: oleadas de gafapastismo, gente conversando despreocupadamente ¡en varios idiomas! Ah, cuánto necesitábamos este cambio de atmósfera, aunque sea pasajero.

La peli mexicana resulta una especie de remake cinematográfico de Cien Años de Soledad, con la tragedia generacional cíclica impresa en los genes de una familia que tiene su particular Macondo y sus leyendas protohistóricas que marcan para siempre el carácter de la estirpe. Hasta un Arcadio se les ha colado en el guión. Solo que éste no es un Arcadio Buendía, sino un Arcadio Arcángel.


Realismo mágico bienintencionado aunque ciertamente un poco cutre. Sólo así se explican los ruiditos contrariados que emitían de vez en cuando las tres señoras progres sentadas a mi lado. Curiosamente, el poso que Cuento de Hadas... (el título suena totalmente a bravuconada del director) dejó en mí fue mucho más duradero y profundo que la siguiente peli de la noche, Carmina o Revienta, más efectista aunque con pretensiones igualmente nobles.


Cuestión de fondo y forma: una se esfuerza en retratar el drama universal humano derivado de la incapacidad de romper con las maldiciones del pasado -a.k.a. nuestras propias limitaciones como especie y como individuos- con mucha ambición pero escasos medios, y la otra reivindica a golpe de guitarra eléctrica y estética pop que las madres -pasadas, presentes y futuras- molan muchísimo y son las que evitan silenciosamente que el mundo se vaya al garete todos los días. Para ello, Paco León echa mano de toda su familia y de un guión que parte, muy inteligentemente, de los lugares comunes de la realidad andaluza para elaborar un fresco divertido y amable, pero que el espectador domina más allá de la pantalla. 

Se queda corta, pues, la historia en calado, pero Carmina o Revienta es una película previsora y se hace cargo de esta circunstancia en un par de pinceladas finales. "La vida es tan bonita, que parece de verdad", le dice el personaje de Antonio León a una cabra (sí, sí). Una ocurrente forma de enunciar lo de siempre: que la realidad supera con creces la ficción. Preguntad a vuestras madres.    

20/10/12

Sparkle Sista corazón Seminci




Hoy empieza la Seminci (para los despistados, Semana de Cine Internacional de Valladolid) y, estrenando mi estatus oficial de contempladora del mundo, os voy a hacer una cobertura super completa de lo que vean estos ojitos proyectado en las pantallas del festival.

Tan ilusionada estoy con mi auto-encomendada tarea que he elaborado un minucioso calendario con todas las películas que quiero ver, 28 en total. Eso hace una media de 4 por día. Don Bosco, dame fuerza.

La razón de mi emoción no es sólo la calidad de las películas a concurso (constatada tras una exhaustiva sesión de tráileres en el YouTube) sino que, por causas que ni yo misma me explico, será la primera vez que asista al festival por excelencia de mi propia ciudad. ¿Qué otras cosas más interesantes estaba yo haciendo otros años a estas alturas? Hum, hum.

Divagaciones aparte, esta tarde me espera la recepción indignada a José Ignacio Wert, ministro de (in)Cultura, que acudirá a la gala de inauguración del festival, y después la película mexicana Cuento de Hadas para Dormir Cocodrilos y Carmina o Revienta, de Paco León. Será divertido...